Finlandia, educación, desarrollo: ¿podremos traer algo de allá?
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Fernando Reyes Matta
Tal vez porque a fines de octubre 2013 la campaña política estaba en todo su ardor, no se le dio la debida importancia a la visita de la ministra de Educación y Ciencias de Finlandia, Krista Kiuru. Ella, una destacada líder social demócrata en el parlamento finlandés, habló en la Universidad de Chile, para explicar cómo y por qué su país ha llegado muy alto en las evaluaciones mundiales en educación. Allí le escuchamos una frase que hoy resuena con más fuerza entre nosotros: “nuestro principal objetivo es garantizar que todas las personas, independiente de sus orígenes étnicos, antecedentes y sus niveles de ingreso, tengan oportunidades iguales, en un sistema que ofrece educación gratuita y de calidad”.
Ahora se anuncia el viaje de una delegación chilena para estudiar en terreno lo que es la práctica educacional en Finlandia: una muestra más de la voluntad del país nórdico en entregar a Chile lo que sea necesario para nuestros debates por la reforma educacional. La invitación contempla al ministro de Educación, Nicolás Eyzaguirre (probablemente enviará a sus representantes); al presidente de la Comisión de Educación del Senado, Fulvio Rossi; a su par de RN, Andrés Allamand, además del presidente del Colegio de Profesores, Jaime Gajardo, y el líder de la fundación Educación 2020, Mario Waissbluth.
Parece bien que vayan. Pero no son los primeros. En septiembre de 2011, efectúo una visita de trabajo a Finlandia una delegación de las Comisiones de Educación del Senado y la Cámara de Diputados, encabezadas por sus respectivos presidentes, senador Jaime Quintana y diputada María José Hoffmann. Y en enero de 2013 lo hizo el entonces subsecretario de Educación, Fernando Rojas.
La experiencia de Finlandia está a mucha distancia de nuestra realidad. Allí sólo llegan a profesores los mejores, los que antes de entrar a la sala de clases deben tener un título universitario de alta calidad y un master como mínimo en Teoría y Administración Educacional.
Pero Finlandia está viviendo lo que para ellos es casi un terremoto. La prueba PISA de diciembre 2013 señaló que su renombre como ejemplo de excelencia educativa se ha visto tambalear porque ya no está en el podio: en 2003 ocupaba el primer puesto en matemáticas, pasó a sexto lugar en 2009 y ahora quedó en el duodécimo lugar.
La reforma educacional a fines de los años setenta trajo una generación de excelentes expertos digitales quienes se colocaron a la cabeza en innovación de telefonía celular: así proyectaron la marca Nokia globalmente; en 2007 el 40% de los celulares en el mundo era de esa marca. Pero se quedaron estancados y al final fueron otros los que innovaron y pasaron a dominar el mercado.
Ante esos resultados, la ministra Kiuru anunció la creación inmediata de un amplio foro formado por expertos en enseñanza, políticos, padres y alumnos “para salvaguardar el futuro del sistema educativo”. Según la ministra, además de seguir fomentando la igualdad, Finlandia debe encontrar medios para reactivar el entusiasmo en las escuelas tras lo que algunos llaman “el efecto Nokia”.
¿Es un buen momento para ir a Finlandia? Definitivamente sí, porque están mirando lo hecho y definiendo metas y cambios a futuro. Pero la clave estará en que la misión no regrese diciendo lo que ya sabemos: que allá la educación es lo más importante y sus profesores están en el top del ranking social.
La clave será saber cuánta unidad nacional han puesto para reaccionar al ser desplazados por Asia (y China, especialmente) de los primeros lugares mundiales de la prueba PISA. Y como están vinculando educación con tecnologías digitales y demandas siglo XXI. Es decir, como están aplicando ahora lo que es fundamento de su sistema: “primero, es definir cuál es el potencial que tenemos como país, luego trasladar aquello a las estrategias de educación”.
Lo dijo la ministra Kiuru aquí en octubre 2013. Pero el panorama algo cambió: buen momento para traer cosas nuevas en la maleta.